El equilibrio es
para equilibristas.
Locura permanente
Mi locura nunca fue transitoria,
por enésima vez me levanto,
eso en sí, ya es una victoria.
No me voy a rendir nunca
porque sé que vivir
es apostar a ser feliz.
Doble o nada al color del amor,
del arte y de todo lo que hace
que a pesar de tener que irte
decidas quedarte.
Un verso libre
No sé si a mi paso
voy dejando huella o mella
o solamente indiferencia.
En cualquier caso
sigo caminando
y no pienso mirar atrás
para comprobarlo.
No soy cualquiera, soy yo,
con todos mis nombres
con todas sus letras.
Un verso, un borrón,
otro verso, otro borrón,
pero sigo avanzando
como un verso libre
a través de un texto esclavo.
Me alimento de las cosas
que pasan a mi paso
y de la gente que al cruzar
sus vidas con la mía
acarician mi alma,
ponen papel y tinta
en mis manos
y se van dejando
un reguero de versos
a su paso.
Llanto
Ella lloraba casi todos los días
-por cualquier cosa-.
Le dije que no llorase,
que dejase las lágrimas
para la muerte de su perra
o de sus padres,
o para cuando a alguno de nosotros
no diagnosticaran cáncer.
Se alejó cuanto pudo de mí
y siguió llorando.
Marzo del 23
Yo que quiero vivir oculto
escribo y publico poemas,
me calzo unas manoletinas,
me enfundo unas medias rosas,
y mato un toro a la vista de cualquiera.
Misántropo empedernido
sueño desde el más profundo escepticismo
que salen a flote el hombre y el mundo.
Hipocondríaco que piensa a diario en la muerte
claudico ante su lealtad,
pues sólo se dejará ver
cuando yo ya me haya ido.
Sigo queriendo París con aguacero.
Linares, aun teniendo que luchar
contra el agua sólo con fuego.
Aunque duela, Aguascalientes.
Y Sevilla, si es vestido de torero.
El camino más largo
Cuando ya no quede nadie,
cuando nadie reparta más cartas,
tal vez rompa la baraja.
Hasta la fecha,
si alguna vez me levanté de la mesa,
fue para servirme hielo o ajustarme las espuelas.
Mis amigos apostaron a caballo ganador,
al más veloz, siendo esta una carrera de fondo.
No les guardo rencor.
Tenían que sobrevivir,
familias que alimentar,
y esa maraña de cosas.
Remuevo las cartas,
gotitas de bourbon y hielo.
El camino más largo
es tan duro como
jodidamente bello.
Ligeros de equipaje
El pianista despertó de la anestesia
y comprobó que había perdido
tres dedos de su mano izquierda
y el pulgar de la derecha.
El escritor no reconoció a su hija
en la sala de estar de aquella lúgubre clínica.
El pintor fue liberado de las vendas
y se adentró en una oscuridad
de la que no regresaría.
El tenor se levantó de la cama,
caminó hasta el espejo y acarició
la delicada red que cubría aquel perfecto agujero en su cuello.
Abrí los ojos y rodé sobre este enjambre de sábanas
en que te has convertido.
Supongo que es esto
lo que quieren decir los que dicen
que hay que llegar al final
ligeros de equipaje.
Texto y fotos: Lorite Serrano.
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